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H2O Exhibition

H2O es un tributo al agua a través de la fotografías de Ivan Mikolji. La filosofía del artista es inspirar a través de la estética a conservar uno de los elementos más importantes del planeta, del que dependen todos los seres vivientes. Son fotografías que han transformado las revistas y libros científicos dedicados al tema, al conjugar el rigor científico con la dimensión artística.

Eduardo Planchart Licea
PhD. Historia de Arte Latinoamericano, UNAM

H2O se ha expuesto en:
Galería Espacio 5, Caracas, Venezuela. 2018 / 2019
Galería Espacio 5, Valencia, Venezuela. 2019

Texto Curatorial:

IVAN MIKOLJI: H2O

Desde temprana edad, Ivan Mikolji es atraído por ríos, lagos y esteros, empatía que ha cultivado a lo largo de su vida convirtiéndolo en un reconocido explorador y artista visual. Sus fotografías, al igual que los artículos que escribe, tienen presencia destacada en revistas y libros científicos especializados en ecosistemas acuáticos a nivel mundial. Wild Aquariums, el movimiento que crea en el año 2007, transforma el acuarismo en un aprendizaje sobre los biotopos y la lucha contra la extinción de la fauna y la flora en las masas de agua dulce de nuestro planeta, hasta el punto de que sus documentales son en la actualidad una tendencia de YouTube, con más de 5.000.000 de visualizaciones sobre algunos de ellos.

Una de las influencias visuales y conceptuales de Mikolji en su formación como explorador y artista visual es la vida y obra del naturalista británico sir David Attenborough (1926). La vida en la tierra (1979) y El planeta viviente (1984) el cual se convierten en referencias obligatorias que revisita durante años, al igual que otros libros y documentales del científico británico, fuente de ineludible inspiración para él, cuyos fotogramas analiza cuidadosamente bajo el interés de descifrar cómo se habían logrado llevar a cabo escenas que fundían la ciencia y arte. Al biólogo sir David debe Mikolji la compresión de la trama de la vida y la fragilidad de los biomas.

Habiéndose convertido en explorador y fotógrafo, Mikolji conoce la obra de Karl Weidmann, explorador y fotógrafo suizo (1931), muchas de cuyas fotografías son paradigmas de la historia visual de Venezuela. Ejemplo de ello es la imagen del jaguar posado sobre una rama asoleándose tras una lluvia torrencial (1959), tomada mientras Weidmann se deslizaba silenciosamente con su kayak por aguas ribereñas. Esta fue la primera imagen que se tuvo de un jaguar silvestre; el reflejo angular de la rama sobre la que se asolea el felino tiene similitudes con las composiciones de Mikolji, sin ser un reflejo subacuático.

Mikolji inicia esta búsqueda décadas atrás, al ver la hermosura de un pez ángel o altum (Pterophyllum altum): «La primera vez que vi un pez ángel me apasioné inmediatamente por él. Ellos se veían majestuosos, elegantes como una bella creación de la naturaleza». Al ver los primeros peces adultos en la casa de un amigo pensó para sí mismo sobre su origen y su hábitat, que debía ser tan mágico como ellos. Hizo averiguaciones a través de sus amigos ictiólogos selló su destino: tenía que dirigirse al río Pavoni, en las cercanías de Puerto Ayacucho, estado Amazonas. Hacia ese espacio-tiempo se dirigió, y tras días de infructuosas inmersiones se decidió preguntar al cacique curripaco de la comunidad del Pavoni dónde podría encontrar esos peces que mientras hablaba dibujó sobre la arena. La información no se hizo esperar:

―Ese es un altum, nombre científico del pez ángel.

Al preguntar por qué lo llamaba así, la respuesta fue determinante para su vida:

―¡Nos los comimos todos!

Habían sido pescados de presencia y crianza masiva, y a través de la técnica del barbasco se envenenaban los caños para aniquilarlos por cientos. Por otra parte sabía que los pescadores de peces ornamentales capturaban este bello pez deslumbrándolo en la noche con luces cegadoras en su entorno para luego venderlo. Esto hizo que Mikolji se identificase todavía más con la pasión conservacionista que ha dirigido su vida, con el compromiso de encontrar especies acuáticas en vías de extinción ―el santo grial de todo explorador― y se planteó el reto de encontrarlas, fotografiarlas e investigarlas para darlas a conocer y crear conciencia con el fin de minimizar el impacto que causa la destrucción de estas especies y su hábitat.

El artista ha realizado más de cien expediciones en la Cuenca del Amazonas colombo-venezolano develando una Venezuela desconocida. Ha recorrido casi 800.000 km de carretera desplazándose por lugares inhóspitos del país, documentando e identificado nuevas especies de peces y flora silvestre. En su desempeño ha participado en proyectos internacionales sobre registro y documentación de la biodiversidad de regiones, como los realizados en las áreas despejadas por la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el marco del proceso de paz.

Para lograr los encuadres deseados de sus imágenes subacuáticas se sumerge durante jornadas seguidas de seis y hasta ocho horas en ríos y caños, para lo cual ha ideado técnicas de localización que le ayudan a no perderse en sus inmersiones. Uno de los sitos más queridos por él son los esteros de los llanos de Venezuela donde se encuentran los peces óscar (Astronotus sp), también llamados pavonas. Estos peces, de la familia de los Cíclidos, los ha logrado captar para portadas de importantes revistas de divulgación científica y del acuarismo en Inglaterra, Francia y Chile. A este estero ha regresado durante más siete temporadas para fotografiar y conocer el comportamiento de este pez, en el que ha invertido más de 64 horas. Cada vez que llega «(…) comienzo a ponerme el equipo y a estar muy impaciente. Me sumerjo en el agua y empiezo a buscar viejos amigos con la esperanza de que no se los hayan comido las pirañas, cocodrilos o las personas desde mi última visita. Nado, mirando de un lado a otro, esperando que todavía estén entre los vivos. Una vez que los consigo y reconozco, por sus rasgos distintivos, me siento feliz, aliviado, y logro poder relajarme. Es como visitar familia, a mi familia de óscares, que son tan increíbles…, con el tiempo el óscar ha adquirido un encanto más allá de que se trata de un pez ornamental, al ser capaz de reconocer a su dueño e interactuar de manera amistosa con quien se ha ganado su confianza… Doble O, es el nombre que di al que tiene una mancha doble u ocelo. Es un pez genial…, dejar su hábitat siempre es un momento muy triste para mí. Pueden pensar que estoy loco, pero en el fondo me siento parte de su mundo. Antes de irme observo el paisaje, inspiro profundamente y les deseo lo mejor. El hábitat del estero se seca por completo en la estación seca. ¿A dónde van?, ¿qué tan lejos viajan? Todo es un misterio para mí, pero estoy tan feliz de verlos de nuevo año tras año».1

En estas líneas escritas por el artista se percibe su empatía y el misticismo que rodea su labor; en ellas comparte los mismos sentimientos panteístas del paseante J. J. Rousseau en sus solitarias ensoñaciones. Este sentir lo transmite a cada una de las fotografías que compone, destacando la majestuosidad de la Orinokia en los paisajes ribereños; composiciones abiertas, con centros visuales definidos que atrapan el espacio cósmico. Huellas de luz que capturan en segundos realidades primigenias, que a su vez llevan al otro a imaginar el origen de la vida, tal como se percibe en la serie Cosmogonías. La misteriosa e inusual cromática de estos paisajes ―el gris metálico de los raudales de Atures, por ejemplo―, es debido a las pátinas que dejan las aguas de los ríos sobre las rocas con su acidez transformándolas en reflectores de la luz. Desde el amanecer hasta el anochecer observa estos cambios y eso le permite fotografiar realidades inéditas recuperadas gracias a su virtuosismo.

Inmerso en estas investigaciones se percató de que de las más de 1.180 especies de peces de agua dulce existentes en Venezuela, algunas podrían desaparecer antes de ser descritas científicamente y se preguntaba cuáles serían las muertas en vida… Nació así su filosofía de acción, que se resume en el lema: «No se puede preservar algo que no se sabe que existe» y su compromiso como explorador y fotógrafo de la fauna y flora de estas masas de agua dulce, diagnosticando a través de sus imágenes y documentales el estado en que se encuentran estos biomas. Por esta pasión, voluntad y disciplina es hoy uno de los mejores fotógrafos subacuáticos del planeta.

«Ivan se siente como en casa cuando flota en cualquier río, ya sea de Estados Unidos o de la Amazonia. Dice que entra en “Mikoljilandia” cuando trabaja, está en un estado de concentración absoluto que le permite mantenerse bajo el agua por mucho tiempo». «En ese momento, pierdo las horas: el tiempo y todo lo que está alrededor se distorsiona ―describe el fotógrafo―. Solo salgo de ese trance cuando se me acaba la pila o se me llena la memoria de la cámara, entonces no puedo continuar».2

Cada una de las fotografías tomadas se caracterizan por la transparencia y los contrastes cromáticos de estos biotopos. Ellas crean miradas que seducen al espectador, que han transformado las revistas y libros científicos dedicados al tema, al conjugar el rigor científico con la dimensión artística, pues son imágenes que sorprenden por su contenido insólito y revelador. Especial interés suscitan los reflejos subacuáticos que consigue en sus tomas, para cuya creación busca el ángulo exacto donde se refleje el fondo en el reverso de la superficie acuática y generando así ilusiones ópticas o trampas visuales en sus composiciones.

Eduardo Planchart Licea
PhD Historia del Arte Latinoamericano, UNAM.
2018

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