CONSTRUARTE
Ivan Mikolji interviewed by Isabella Marinelli C. of Construarte Magazine in Venezuela. The interview was published on Volume 15 Number 125, 2018. The interview was also published online on the Construarte.com website.


“Yo pinto cuando estoy lejos del monte porque pinto la añoranza, por eso sé que soy explorador”, confiesa.
En un primer instante, la obra de Iván Mikolji puede definirse como abstraccionismo geométrico. Se compone, principalmente, de fotografías acuáticas, subacuáticas, pinturas y dibujos. Su lenguaje fotográfico, guarda una estrecha relación con la luz y las visiones del mundo subacuático de los ríos. No obstante, no deja de lado los paisajes que desde temprana edad lo han acompañado a lo largo de su vida.
Tanto las fotos como los dibujos se plasman en papel. En otras palabras, pinta sobre el mismo recurso en el que imprime los trabajos fotográficos. Para él resulta más fácil usar un solo medio. De cualquier modo, elige el formato en papel antes que el lienzo. Le gusta trabajar rápido, prefiere que un trabajo culmine al cabo de tres días y no en un mes. Por eso le gusta tanto el acrílico sobre el papel, admite, porque seca pronto.
El arte llegó a su vida en la adolescencia. No decidió convertirse en artista, considera que siempre fue uno. Cuenta que su hermana tenía en un closet lienzos y pinturas de óleo que no utilizaba, un día, el joven Mikolji decidió usar todo lo que ella guardaba y empezó a pintar cuadros. Así es como se desenvuelve en la pintura desde los 12 y un par de años después se embarca en la fotografía, desde entonces tiene cámara y no ha parado de hacer fotos.


¿Qué artistas fueron clave para su desarrollo artístico?
“En la fotografía, Gregory Basco. Él tiene una página web que se llama Deep Green Photography. Yo siempre tomaba fotos, pero cuando vi las de Greg, alcancé el siguiente nivel, en el que estoy hoy en día. Entendí que había perfección en el oficio. Me di cuenta que para llegar a ese punto tenía que esforzarme mucho más. En ese momento, mi fotografía agarró un vuelo internacional. Eso fue gracias a él.”, comenta.
“En la parte de la pintura siempre me llamó la atención Armando Barrios. Desde pequeño, iba a las librerías y compraba sus libros. Si me preguntaban qué regalo quería de cumpleaños, pedía sus catálogos. Siempre que veía su trabajo, me inspiraba a pintar. Mucho más que un libro de cualquier otro artista. Hoy en día, cuando quiero pintar, me siento a ver las pinturas de Armando Barrios. Él me inspira”, agrega.
Más allá de la faceta artística, lo que le da vida a su trabajo es su desempeño como explorador. Se inspira en una misión ambiciosa, que vela aún por encima de mostrar la belleza de los ecosistemas en estado puro. Existe, en su arte, una labor intrínseca, que carga con el peso de una responsabilidad mucho más grande.
El aspecto fundamental del trabajo de Mikolji, no es desentrañable a simple vista. Descubrir lo que se esconde detrás de su arte, quizás requiere sentarse a apreciar la pasión con la que habla de su trabajo, sin borrar jamás una sonrisa en su rostro, la cual, se dibuja perfectamente de oreja a oreja. Si bien el medio artístico le ha servido como vía para expresarse, para sorpresa de algunos, su fin no es el arte.
Quiere sembrar conciencia a través de sus creaciones enseñando lo que otros no pueden ver sin sumergirse en un río. Tiene la firme esperanza de que, una vez que el mundo reconozca la hermosura de los paisajes subacuáticos, aprenda a querer a los ecosistemas. Si los quiere, no querrá destruirlos y entonces se esforzará por preservarlos, dice.
Mikolji, más que artista, es un amante del agua, un acuarista convertido. Su pasión es la aventura. Algunos dirían que lo mueve el peligro. Es difícil de precisar. Su norte, no obstante, siempre ha sido la ecología. Y por como soplan los vientos, eso no parece que vaya a cambiar.
Enfoque, orden y precisión
Su sistema es distinto a la de cualquier otro artista. El espacio está completamente limpio, reserva un área para distribuir cajas organizadoras y demás indumentaria para mantener el lugar impecable. Incluso emplea códigos para enumerar las imágenes. Sorprende la meticulosidad con la que mantiene todo organizado. Se excusa alegando que debe ser cuidadoso porque no tiene taller: trabaja desde casa.
Resalta una pecera, con plantas, pero sin peces, en el medio de sala. En este momento está vacía porque están esperando a una nueva especie endémica del río Morichal: no saben ni el género. Se usa nada más para estudios científicos, aclara. Además de realizar un análisis del ADN, analizan el comportamiento de los animales.
Cada 4 años se hace necesario comprar nuevas computadoras. Tiene que mantener sus instrumentos de trabajo actualizados. Junto a él labora Belkis, que se encarga del proceso largo de datar. Planchart, la curaduría e investigación de las fotos y Emiliano maneja el Photoshop. Para difundir sus productos, usan solo las grandes compañías.
Hay en Mikolji un interés notorio por usar lo mejor, lo de más alta calidad. Tal vez ahí radica su éxito y su alcance: apunta alto. Aspira a llegar a la UNESCO, pero es consciente de que aún le queda camino por recorrer. Sus gestos se enfatizan cada vez que lo afirma. No hay duda alguna. Quiere cambiar el mundo.
Se trata de un hombre que supo conjugar sus pasiones en función de un proyecto de mejoras para el planeta, así es como define su trabajo. Define a su arte como un subproducto mediante el cual puede llegar a la gente. Además de conseguir que, en sus propias palabras, hagan click con su propuesta. Lo mismo pasa con el acuarismo, del que se ha convertido en uno de los principales exponentes. Al final, todo desemboca en la preservación del agua dulce, y de las cuencas hidrológicas de las cuales depende la humanidad insiste.
Los ríos, presentes desde la infancia
El explorador cuenta que de niño estuvo fascinado por los cauces. Es originario de Caracas, aunque se siente más valenciano que caraqueño, porque en la capital se pierde, comenta. De padre croata, la herencia paterna le trajo una marcada afición por los acuarios. Desde temprana edad contó con peceras en casa: piedras de colores, plantas de plástico y peces pequeños. Era lo que se acostumbraba por aquel entonces. Pero la historia no termina ahí.
“Cuando era pequeño, mi familia pasaba todos los días cerca de El Guaire. Aún era un niño, ni siquiera estaba en preescolar. Cada vez que nos acercábamos, bajaba la ventana para asomarme. Quería lanzarme en el agua para saber qué había ahí. Me moría de curiosidad por conocer lo que estaba debajo del río. Mientras tanto, mi hermana, 5 años mayor, me caía a golpes para subir la ventana del carro porque ya no aguantaba el olor”, recuerda.
Esos son los antecedentes que rememora cuando evoca las raíces de su pasión. Pero antes de convertirse en Iván Mikolji, tal y como es reconocido, pasó muchos años zapateando calles con su fundación Peces de Venezuela, hasta que después de cinco años de no ver ningún apoyo por parte del gobierno, decidió empezar a patrocinarse él mismo. Por su constancia y dedicación, los esfuerzos han dado frutos.
Mikolji es completamente empírico y autodidacta, solamente cuenta con título de bachiller. Hoy en día, como pez en el agua, se sumerge en los cauces venezolanos para capturar las más impactantes imágenes de los peces de agua dulce en su hábitat natural. Ha recorrido el país caribeño de punta a punta, admite. Lo impulsa el afán por encontrar los cientos de especies que todavía hoy permanecen sin descubrir. Ese es parte de su trabajo.
“Todos los peces que buscamos y a los que tomamos fotos, son peces de acuario. Aquí hay más de 1100 especies y al menos el 70% es comerciable para el acuarismo (…) En el Reino Unido, por ejemplo, hay 40 especies. Yo le he tomado fotos a 480 especies aproximadamente. De las cuales, 600 no se sabe ni qué son ni cómo lucen”, apunta.
Sus fotos fueron las primeras, asegura con orgullo. Antes de él, Natgeo se limitaba a realizar documentales de vez en cuando, pero no se enfocaban en mostrar los peces de acuario, sino que enseñaban las toninas o a los hombres pescando. Nadie había fotografiado un pez de agua dulce en su hábitat natural. Nadie, reafirma.
“Cuando yo comienzo a mostrar estas fotos en Internet, se vuelve un boom. Hice un documental que se llama ‘Acuario natural de agua dulce’ y se hizo viral. Se empezó un nuevo movimiento, los biotopos se hicieron famosos a nivel mundial”, asegura.
Los biotopos se encargan de simular el lugar de donde vienen los peces. Nadie lo había hecho antes porque no había referencia. Existía gente que intentaba hacerlo, aclara, pero por primera vez había suficiente data para hacerlo posible.
“Yo no lo inventé, solamente lo activé. Unos años después, me fui con una pecera al río. La puse al lado, y la armé usando los elementos que tenía a la mano. Lo llamé ‘Acuario salvaje’. Se hizo más viral todavía. Se volvió una tendencia a nivel mundial, creada por mí. Lo están haciendo hasta en Rusia. Desde entonces, me dicen el legendario explorador de ríos” dice.
El acuarismo: de hobby a preservación
Así es como Iván Mikolji se convierte en el juez de todos los concursos de biotopos a nivel mundial. Son precisamente sus imágenes, resultados de cientos de expediciones en todo el país, las que toman como referencia para recrear los ecosistemas. Al admirarlos, se tiene la impresión de que se está en un río. Ya no se trata de la pecera tradicional con indumentaria de plástico, ahora es como si estuvieras bajo el agua, apreciando el hábitat.
Hoy por hoy, se ha convertido en el referente por antonomasia del movimiento biotopo, tendencia importante dentro del acuarismo. Así explotó todo. Además, es su fuerte. De los 2000 seguidores que tiene en Facebook, el 95% son acuaristas, y el resto, artistas, comenta.
Gracias a él, la configuración cultural del acuarismo en el planeta ha cambiado. Hoy en día, existen concursos para recrear lo más fiel a la realidad posible los hábitats en los que viven los peces de agua dulce. Ahora todo el mundo sale con su cámara y hace las fotos. En la actualidad, están haciendo acuarios hasta en Checoslovaquia, agrega. En realidad, la gente está creando un banco de información de todo lo que hay abajo del agua, destaca.
¿Y los peces de mar?
– Desde Carolina del Norte hasta Brasil, son exactamente los mismos peces. Además, se trata de un nicho que estaba muy explotado. Tuve la suerte de estar en un país en el que había cientos de especies, muchas sin descubrir. Además, nadie nunca se había metido dentro del río para hacerles fotos. Por eso me enfoco en los peces de acuario.
Debido a las redes, su trabajo se ha presentado en todas partes del mundo: India, Suecia, Colombia. Sus videos se han visto desde Siberia hasta el sur. Se volvió una tendencia. Todo se lo atribuye a estar en el lugar indicado, en el momento indicado, con los medios indicados. Sin la web, como él mismo admite, sería solo un acuarista más en Valencia, Venezuela.
“Te pongo una comparación. Pon a Picasso en Uganda, en su época. ¿Quién hubiese sido Picasso? Nadie. Lo que pasa es que Picasso estaba en Francia, en el sitio indicado. Con el tipo del museo, con el curador, donde estaba todo el mundo”, añade.
De acuerdo a Mikolji, el hobby del acuarismo tiene un gran potencial para transformarse en conciencia ecológica. Tiene seguidores que son muy apasionados, comenta. Hay personas que le mandan videos observando sus documentales mientras lloran. Otras personas se tatúan sus fotografías. ¡Les hace click!, destaca.
“Ahora entiendes lo que se está haciendo todo el mundo en Singapur, en Filipinas, con esto del acuario salvaje: se están datando. El acuarismo se llevó de un hobby a preservación. Y lo hicimos aquí, en Venezuela. El primer acuario salvaje se hizo en la Zamureña, en el estado Bolívar, entre el río Aro y Caicara”, continúa.
Cuenta una anécdota en la que estaba buceando en un río de Boston y llegó una persona local que, al verlo comenzó a enumerar todas las especies que habían dentro. Incluso le preguntó si necesitaba ayuda. Le sorprendió ese gesto, pero también lo bien que conocía la biodiversidad del río. Eso no pasa aquí, explica.
“El río donde hay oro o petróleo, no es precioso. Los diamantes no son preciosos. ¿Qué es precioso? El agua es preciosa, pero eso no les importa. Conocen todos los ríos en los que hay petróleo, pero no saben cuáles son las especies de planta que hacen vida ahí abajo”, agrega.
Asimismo, comenta con pesar lo peligrosos que se han vuelto los ríos en Venezuela. Se puede encontrar cualquier cosa. Hay de todo: basura, brujos, borrachos y ladrones, asegura. Sin embargo, nada de eso le impide hacer su trabajo.
Antes de emprender una nueva expedición, Mikolji y su equipo se encargan de realizar una lista de lo que va a fotografiar, dependiendo de la zona que esté visitando. Les pregunta a los científicos qué hace falta. Ellos van al museo y le dicen qué es lo que tiene que encontrar. Lo mueve la emoción de buscar algo de lo que no hay nada de data. Y conseguirlo.
La rutina de trabajo
Iván Mikolji se caracteriza por una constancia tal que llega a estar 8 días en un caño. La jornada es dura, se despiertan a las 4:30 de la mañana y se acuestan entre las 9 y las 10 de la noche. A menudo suele ir solo, como máximo lo acompañan 2 personas más, nunca 3. La mayoría de la gente, hace click. Otros no. Su lema, cuando sale a trabajar, es enfócate en hacer historia, pues reconoce el alcance y la repercusión del trabajo que está llevando a cabo.
Puede pasar horas y horas sumergido en el agua con una máscara y su equipo fotográfico, hasta lograr la imagen que quiere. Del mismo modo, admite –quizás con ligero pesar- que el ser humano no es apto para estar tanto tiempo en el agua. Sería dichoso, comenta, si pudiera ser un pez. En sus fotos, se hace notar la tenacidad y el trabajo de planificación para conseguirlas. Cada una ha sido cuidadosamente premeditada. Nada se deja al azar.
“El primer día es recolección de basura. Es un procedimiento que se repite a todos los sitios a los que vamos. Recogemos la basura que está dentro del río y también la que está afuera, porque tenemos que tomar una foto del área. Terminamos haciendo una pila con los desechos. Los primeros dos días suelen ser de limpieza. Pero esa basura no la quiere nadie”, expone.
“Una vez me fui a la Isla de Alcatraz, ¿la conoces? Está Isla Larga, Santo Domingo y Alcatraz. Adentro tiene una bahía espectacular. Estaba lleno de basura y no había nadie que la recogiera. La gente iba en las lanchas y lanzaba todo al agua. Yo me fui con un trabajador de la compañía que tenía en ese momento. Hicimos 12 viajes full de basura. En ese entonces, tenía un machito de esos que usa la Guardia Nacional.”, cuenta.
“Llegamos a Quizandal y pusimos la basura en todo el muelle. Cuando estábamos saliendo, llega el jefe y nos pregunta qué haremos con la basura. Le decimos que la estamos sacando de allá, de gratis y él dice que le cobran por sacar, que teníamos que llevárnosla. No cabía toda, pero nos la trajimos hasta Valencia para botarla. Tuve que dejarla al frente de mi casa. Claro, tuve que pagar para que los camiones de la basura se la llevaran”, finaliza.
Lo más importante de su trabajo es que sirve de data. Mikolji tiene imágenes registradas de ríos y especies que ya no existen, que se han perdido por culpa de la intervención humana. A menudo, se trata de las únicas evidencias de que esas especies o cuerpos de agua existieron alguna vez. Pero más allá de eso, demuestra la gravedad con la que se están agotando las fuentes de agua dulce sin ningún tipo de escrúpulos.
La conciencia ecológica
Mikolji menciona a Justa Fernández, a la que denomina la guerrera amazónica, como símbolo de dedicación y trayectoria, pero al mismo tiempo como un ejemplo de la negligencia de las autoridades. Ella se paraba todos los días en el puerto para anotar las especies que sacaban los pescadores. No solo eso, pasó 30 años yendo a los caños para recoger las especies y ponerlas en frascos con alcohol. Pero eso se está perdiendo, porque no tiene suficiente alcohol. Peor aún: es imposible hacérselo llegar. No permiten el paso del etanol hasta allá.
En resumidas cuentas, Fernández guarda un registro de todo lo que hay en la zona. Mikolji llevó a la guerrera a un caño llamado Picantonal, que está ubicado a 5 minutos de Puerto Ayacucho, cuenta con unos 6 kilómetros de extensión. En solo 50 metros hay una sección de plantas rojas únicas en el país, que Mikolji, quien le ha dado la vuelta a Venezuela, solo ha visto ahí. Es una especie que ella nunca había visto en 40 años en el Amazonas.
“La entrada de ese caño ya la están invadiendo. Si se secan esos 50 metros, se va la especie. El único registro que queda de esa especie son las fotos que tengo en mi disco duro. Ni siquiera está descrita. Hasta ahora, el único sitio donde está, son esos 50 metros. Quizás en algún lugar remoto del mundo exista, pero yo solo la he visto ahí”, advierte.
El propósito no es que la gente quiera el Amazonas –asevera- sino el charco que está al lado de su casa. Hay personas de países como Irlanda, que me han dicho que cada vez que ven la aurora boreal, me dan las gracias porque saben que estoy ayudando a preservar el Amazonas. Y si se pierde el Amazonas, se pierde la aurora boreal.
“La idea es que se conserven los hábitats naturales. Iván no va a pintar las flores porque le gustan. Pero mucha gente todavía no ha entendido lo que está detrás de eso. No han hecho click. Yo tengo suficiente material para hacer el libro de los peces de Venezuela, pero no hay apoyo para eso”, indica.
En este sentido, le preocupa que la gente de su propio país no haya hecho engranaje con las propuestas que plantea. Es importante, advierte, que la gente tome conciencia en Venezuela de la biodiversidad tan rica que habita en sus ríos. Si amas los cauces, pensarás dos veces antes de lanzar un papel al agua. Para él, es triste que el acuarismo no haya llegado a sus propias fronteras, pues sus consecuencias son extraordinarias, ya que ayuda a la preservación.
Por otro lado, anuncia que se presentará en un congreso de acuarismo en la Universidad Autónoma de México en los próximos días. Por supuesto, enfatiza, va a introducir el aspecto ecológico en su conferencia. Va a ser en México, no aquí, reitera con un poco de tristeza.
Desde luego, se lamenta que ese tipo de actividades no se celebren en Venezuela. Prontamente le cambia el semblante. Confía que tarde o temprano, en Venezuela entenderán todo. Reconoce que aún no es el momento. Algún día lo será. Mientras tanto, no deja de expandir su mensaje por el mundo: las puertas están abiertas.
Texto por: Isabella Marinelli C. / redaccion4@construarte.com.ve